De noche, las amarillas luces de la ciudad alumbraban el camino. Medio consciente, casi no lograba diferenciar cual era el movimiento del auto o el de la cabeza girando. La mirada se movía por todas partes buscando algo, un punto fijo que lograra penetrar en el interior y le llenara. Con el estómago fatal gracias a la bebida, sostenía el rostro entre las manos. No tenía el más mínimo control todo gracias a una tendencia auto-destructiva.
Mil y un ideas rondaban la mente reprochando, culpando, recordando. Alma peleaba diciendo "¡le has dejado ir! ¿porqué lo has hecho?". "Lo hiciste de nuevo" decía cabeza. Corazón discutía entre ambos diciendo "aún hay esperanza, ¡todo lo bueno llega a su tiempo!" "Pamplinas!!!" exclamaba cabeza y alma reprochaba "¡Le alejaste!". La mirada continuaba buscando. Semáforo en rojo. Mirada hacia la izquierda. ¡POR DIOS! Los tres detuvieron su pelea y se quedaron atentos observando.
En la plena oscuridad de la noche su rostro se veía aterrorizado, no habrá tenido más de once años. Su mirada se cristalizaba, pero las lágrimas se encontraban aprisionadas. Su cuerpecito frágil se balanceaba de un lugar a otro gracias a los golpes y empujones que el demonio realizaba.
Cadavérico y decrépito escupía odio por su boca y rabia por sus ojos. Su mirada desorbitada hacía sentir como si no fuera él, como si no existiera nada dentro más que un profundo vacío. Se reía, se burlaba, abusaba. Aprovechaba su tamaño, su edad, su poder para destruir un alma asustada. Para consumir todo lo bueno que el pequeñín pudo haber llegado a ser.
El resto del camino cabeza, alma y corazón permanecieron en silencio gracias al asombro que el terrorífico hecho produjo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario